- ...“El calor es insoportable... es curioso que haga tanto calor estos días, hasta ya parece… INFERNO”
El fuego crece a mis pies mientras despierto con la conmoción. Todo se derrumba y cae, se desmorona. Mis recuerdos, mi familia, mi vida, todo es consumido por las llamas mientras intento encontrar una salida. Tan rápido como puedo salto a través de la ventana y caigo sobre la arena, mientras la construcción que yace atrás mío cruje, con ese crepitar que solo una buena madera tiene al quemarse.
Poco o nada entiendo de lo que ha pasado, hasta que caigo en razón.
Miro alrededor, no hay nadie. Debo volver y encontrar…
¡BOOM!
Mientras aquella explosión me lanzaba contra la pared de enfrente un dolor intenso comenzaba a lacerar mi lado izquierdo. Una esquirla de metal. Debía de salir de ahí y buscar refugio, por que la madera no explota, solo la dinamita. Y esa dinamita no vino de mí. Alguien debía haberla puesto, alguien que me quiera muerto y solo un rostro llega a mi mente…
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Debo decirlo, nunca fui un hombre de bien. Siempre busque ser correcto, siempre busque respetar a los demás y esos códigos sociales que controlan la conducta humana, la tan buena ley no ayudaba pues siempre había quien aprovechara mejor la situación. Y siempre intente defenderme y actuar bajo aquellas leyes, aunque no siempre se me diera la razón. Por ello, era muy frecuente verme entrar a la comisaría. Pero nunca intente lastimar a nadie a menos que atenten contra mi familia. Fue contra la ley cuando traje a mi primo a esta ciudad, pero siempre busque que sea útil a nuestra alianza, para que él no tenga mi vida.
Por ello, esa mañana cuando aquel hombre lo desmayara en una paliza, junto a muchos otros trabajadores de bien en la ciudad, y tras intentar estafar a nuestra buena gente, dejé de lado mi labor militar, y fuí a por su cabeza.
No fue difícil, bastó unos golpes bien dados en la frente para dejarlo en el suelo. El manejo del machete en la granja de azúcar permitió dar golpes diagonales perfectos que lo desorbitaron. Pero un caballero nunca ataca a un hombre indefenso, ya sea dormido o en el suelo, así que prendí mi cigarro mientras intentaba negociar su retiro atacando a mi gente:
- ¿Sabes? Deberías cambiar tu estrategia, tu arma es demasiado lenta. Aun siendo perdigones pude esquivarlos.
- Te crees mucho por tumbarme, ¿Verdad?
- No, solo busco ser amigo tuyo, por eso no estas muerto. Deberías intentar ser…
- Que, ¿De tu alianza? No sabes, tu gente es cruel, intentaron estafarme-. Decía con una sonrisa maliciosa en la cara.
- Tu sabes que no es así. Si no cambias de parecer volveré en tres días a conversar de nuevo.
- ¡Salúdame a kamilote! Tu primo es divertido, en el suelo se mueve muy bien-. Dijo con una sonrisa más sátira.
- Bueno, visítalo de nuevo y volveré en un día. Hasta entonces, descansa, Sami.
Claro, no podría detenerlo, pero no creía que mi gente sea cruel. No podría aceptarlo. Así que me acerque a Lupin y le pregunte por el:
- No le creas, muchacho, el intento que le diéramos suministros para crear su propia ciudad, y pidió la ropa que trae puesta, e incluso pidió la arma con la que nos ataca.
- Pero por que dice que somos crueles...
- No sabemos muchacho. Pero es una mala persona, no te dejes convencer.
A la mañana siguiente, uno de los concejales me dejó una carta a la puerta de mi casa. Confundido, abrí el sobre para leer el telegrama, que decía:
“Orden del consejo:
Samuel declarado enemigo público. Muerte inminente y continua. Personal habilitado acatar orden o declararse traidor.
Fin telegrama”
Tan pronto como terminé de leer la misiva, llega mi primo a decirme:
- Otra vez me golpearon. Esto debe terminar…
- No te preocupes-. Le dije – Hoy se acaba esto.
Esa noche, montado en “Suertudo” con mi ropa de la suerte, la gabardina de mi padre, la corbata de mi madre y el látigo de mi abuelo me presento frente a la guarida de Samuel. Solo hay una luz en la ventana, así que llamo con un grito:
- ¡Sé que estas ahí, Sami! ¡Sal y enfréntame!
Y de las sombras una escueta figura se asoma. Es el viejo Sandoval, italiano veloz que fue despedido de otros lugares por ser un audaz rapiñador y un despiadado asesino en batallas de fuertes.
- Sami no tiene tiempo para basura, así que me tendrás que enfrentar si deseas verlo-. Acto seguido desenfundó un cuchillo reluciente – El buen Bowie perdió su arma conmigo, ¿Qué podrías hacer tú?
Y lanzando un alarido, el viejo se lanzó sobre mí. Pero como decía mi abuelo, “
un látigo es más poderoso que un revolver si sabes manejarlo” por lo que, con un movimiento de muñeca, logre interrumpir su carga, haciéndolo caer en el suelo.
- Levántate, viejo, pelea como hombre-. Le digo – Ponte en guardia.
Con el viejo de pie, y tras aquel tango de la muerte que solo los duelistas pueden ver, el viejo abanicaba su cuchillo, que era respondido por un golpe de mi látigo. Tal cual, mi gabardina recibía los cortes dirigidos a mi vientre mientras su espalda crujía con los azotes del cuero de buey de mi fuete. Tras cinco embestidas, el viejo perdía energía, mientras algo se encendía en mí. Era sed de sangre, por mi gente, por mi familia. Y esa sed me hizo golpear el cuello del viejo con tanta fuerza que cayera éste desmayado en el suelo.
- No te pares viejo, no mereces más dolor-. Decía en mi mente, pero mi cuerpo quería que se ponga de pie. Pero ese viejo no volvería a levantarse esa noche.
Entonces entré a aquella cabaña, y Sami me esperaba, sentado en una mesa jugando solo a los naipes.
- Sabes, las cartas me decían que vendrías. No espera, fue tu primito mientras lloriqueaba-. Decía con desprecio – Como una niñita.
- Bueno, veremos quien llora ahora.- Repliqué con ira.
Levantándose, Sami sacó de debajo de la mesa un florete. –
Esta arma si es veloz, ¿No te parece? -. Pregunta acercándose peligrosamente a mí.
- Pues veamos quien usa mejor sus armas-. Le respondo.
Y de nuevo, aquella danza casi fúnebre que dos enemigos realizan antes de acompañar al otro a la tumba. Sami sabe como atacar rápidamente. Conoce el peso de un florete, y sabe la distancia de alcance del mismo. Pero cualquiera que conozca esta arma puede defenderse. Tras cada estocada, un movimiento evita el golpe.
- QUE – DA – TE – QUIE – TO-. Habla jadeante un Sami, mientras esquivo cada golpe. Hasta que el último llega al pecho. Sami sonríe triunfante. Pero el florete no perfora, pues un salto hacia atrás evita el golpe final.
- ¡Imposible! -. grita – Nadie puede ser tan bueno.
- Mi turno.
Y comienzo una andanada de golpes ante la cual Sami, confundido, no sabe reaccionar. El látigo surca marcas en su torso, en sus manos, aquellas que lastimaran a mi familia. Su rostro abandona entonces su mirada socarrona para dar paso a una expresión de terror. Tras doce golpes que generaran marcas y daño crítico en su cuerpo, se oye su voz casi quebrada.
- ¡Para! ¡Detente por favor!
- ¡¿Así como tu te detuviste frente a mi gente?!
- ¡No era solo yo! -. Comienza, y se calma, mientras su rostro demacrado por los golpes vuelve a tener su sonrisa socarrona. – No soy yo, solo soy un mercenario. Quien tú buscas no es una persona, es una organización. Se llaman INFERNO y no se detendrán ante nadie. Yo solo soy un peón. Pero ellos seguirán-.
Y comienza a reírse, mientras aumenta el volumen de su voz, casi como un grito, y con mas risas, como un demente:
- Ellos seguirán, ha ha. ¡Ellos seguirán, he he ha! ¡¡ELLOS SEGU…
Lo callo con un golpe seco en la mandíbula. No es un golpe de caballeros, no es un golpe digno. No soy yo quien golpea, sino mi sed de sangre. Aquella sed que no creía que volvería a salir. Que ahora inunda mi cuerpo ante la verdad.
INFERNO, los verdaderos responsables de nuestro sufrimiento, el rostro detrás del dolor de mi gente, de mi familia, de mi primo…
Pensando en ello comienzo a retirarme cuando siento que alguien esta de pie tras de mí. Es Sami, tenáz como ningún otro, he de reconocerlo. Con un susurro, débil pero firme, Sami me dice:
- Puedo haber caído ahora, pero dime, ¿Puedes enfrentarte al sistema? Ellos ya vienen…
Y mientras se desplomaba, mis ideas y mi sed de sangre mezclaban un mescal tan fuerte de digerir en mi cerebro que cuando llegué a mi casa, no pude sentir como me desplomaba en mi cama. Tampoco sentía como ruidos extraños anunciaban la llegada de gente que no llegué a ver. Mucho menos percibí el momento en el que colocaban dinamita, o en el que dejaban inconsciente a mi primo. Estuve tan confundido que, lo siguiente que sentí al despertar fue un ardor, nacido en mis pies, tan fuerte como…
INFERNO.
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Tres días pasaron. Las noticias locales reportan la destrucción de mi antaño hogar. La desaparición de dos cadáveres, antes dos ciudadanos en una extraña explosión pasaron a ser historia vieja. Tan fácilmente olvidados, o talvez la gente ya conocía el trasfondo de todo y era en vano indagar. Era en vano luchar contra el sistema. No es crueldad y nunca fue algo parecido. Solo es impotencia.
En cuanto a mí, aquella madrugada logre conseguir del Bar de Henry una botella de whisky y algo de pólvora con la que curar mi herida lateral. No volvería a enfrentar a Sami, o al viejo Sandoval hasta recuperarme. No sería el verdugo de
INFERNO durante un tiempo, así que tendría que comenzar desde el fondo, de la nada, y resurgir. No obstante, había dos cambios desde aquella explosión.
El primero, ahora tenía una sed de sangre tan fuerte que era difícil decir si seguía siendo aquel duelista honorable de antaño. Solo hay dolor e ira en mi mente, y un deseo por aniquilar a cualquier persona que encuentre a mi paso. Y aun si caigo, seguiré intentando destruirlos. Pero ese no es el cambio más importante que noté.
Dado que la pólvora tiene un efecto cauterizante mi herida cerró rápidamente. Pero esto lo aprendí la mañana siguiente a la explosión, puesto que al sentir mi rostro palpitar mientras buscaba alcohol para mi herida, en una ventana vi reflejado un hombre con una parte del pómulo cicatrizada. Creyendo que era otra persona, aquellos ojos iguales a los míos me decían que ya no era yo. Y extrañamente, sentía como dos voluntades se erguían en mí conciencia. La de mi primo, ser honorable que ya no existe más allá de mí mismo y mis recuerdos, y la mía, ansiosa por probar el sabor mezclado del acero, la pólvora y la sangre ajena.
¿Quién soy? No soy ni uno ni otro. Mi identidad murió en una explosión. Lo único que se conoce de mi es mi ansia por matar, y seguirá así hasta que logre eliminar de la faz de este mundo a Samuel, al viejo Sandoval, y destruya a
INFERNO por completo.
¿Mi nombre? Solo soy un soldado, con 76 cicatrices. Y 76 victimas en mi lista.