La Danza del sol
A pesar de la imagen idílica y edulcorada que algunos dan de los
pueblos indígenas, su vida cotidiana originaria era muy dura y muchas de sus costumbres resultaban acordes a esas condiciones. Incluso se podrían describir como
crueles, desde la mentalidad del hombre blanco y la perspectiva actual. Habría muchos ejemplos de ello, como los sacrificios humanos (practicados con carácter ritual en todo el continente de norte a sur), la tortura de los enemigos capturados (y la consiguiente esclavitud para los que sobrevivían a ella) o la automutilación. Vamos a quedarnos hoy con esta última para describir la inaudita
Danza del Sol.
Pese a su nombre, la Danza del Sol (Wanyang-wa-c’i Wi-pi en lengua lakota) no era un baile sino una compleja
ceremonia religiosa que practicaban los indios de los tres países de
América del Norte (Estados Unidos, Canadá y México), aunque también se sabe de ritos parecidos en el subcontinente sur. Causó gran sensación entre el público que la vio representada en la película
Un hombre llamado caballo, si bien se le ha atribuido un carácter iniciático que en realidad no tenía. La Danza del Sol no era para los jóvenes que se iban a convertir en guerreros sino para
adultos que, además, se sometían a ella
voluntariamente.
Considerado como el ritual más importante del año, dado que se llevaba a cabo en beneficio de toda la tribu, había unos
elementos comunes en todas partes: elección de un lugar sagrado, celebración en verano (porque, lógicamente, las lluvias estropearían algo relacionado con el sol), los bailes, los cánticos o las oraciones, así como la duración (varios días) y un retiro espiritual previo de los participantes, en el que ayunaban y se purificaban con baños de vapor en una choza. Durante toda esa etapa, eran corrientes las
automortificaciones; Toro Sentado, por ejemplo, las realizó antes de la batalla de Little Big Horn haciéndose cortes en los brazos.
El quinto día llegaba la parte más seria, normalmente organizada por el chamán u
hombre-medicina, salvo en el caso de los pies negros, en que, curiosamente, era una mujer-medicina la encargada. Aclaremos que el concepto de medicina tenía un sentido mucho más amplio para los indios: era todo lo relativo al
mundo sagrado,
mágico o
espiritual en sus diversas formas, tales como talismanes, amuletos, cantos, etc.
Los sioux levantaban una especie de gran
pérgola -de casi medio centenar de metros de diámetro- con una abertura al Este (por donde salía el sol) y un
poste central de unos seis metros de altura del que colgaban largas
tiras de cuero de búfalo. El hombre-medicina hacía dos
tajos en el pecho de cada danzante e introducía en ellos unas
estaquillas de madera que se ataban a las tiras de cuero. Entonces éstas se tensaban, tirando del pecho de los danzantes y obligándoles a ponerse de puntillas.
Se dice que la tensión era tal que los pectorales llegaban a estirarse hasta
diez centímetros, lo que resultaba aún más tremendo en algunas
variantes en las que las estaquillas se colocaban en las mejillas o bajo los ojos; a veces se hacía en los dorsales. En cualquier caso, los participantes debían
aguantar así, cantando, danzando o haciendo sonar un silbato, siempre procurando mantener la tensión sobre la zona herida echando el cuerpo hacia atrás.
La ceremonia podía durar
horas y horas, y era habitual que a causa de la privaciones previas de agua y comida, así como por el dolor, los oficiantes tuvieran
visiones. Tras ese atroz tiempo de tortura, la piel terminaba por
desgarrarse, liberándoles y poniendo fin al ritual. Si alguien se desmayaba y renunciaba a seguir caía en desgracia y se convertía en objeto de
mofa de todos, debiendo a partir de entonces vestir ropa femenina y preparar la comida; las propias mujeres eran las que peor le trataban. Quizá por eso algunos famosos guerreros nunca quisieron participar, caso de Patapalo o el mismo Caballo Loco.
Los trozos de carne arrancados se ofrecían al astro rey en nombre del
Wakan Tanka, un concepto indio que habitualmente se rebautiza
Gran Espíritu pero que no hace referencia a un dios único -no había monoteísmo entre las tribus- sino a un poder intangible, omnipresente e ininteligible que interactuaba con los seres vivos y sería algo más parecido, para entendernos, a la Fuerza de
La guerra de las galaxias.
La Danza del sol, considerada un
rito de fecundidad porque tenía lugar justo antes de la llegada de las manadas de bisontes, fue
proscrita por el gobierno de Estados Unidos en 1884 al considerarla bárbara; pero siguió celebrándose en secreto al menos hasta 1904. Durante la presidencia de Jimmy Carter
se levantó la prohibición y algunas tribus de las praderas la recuperaron, aunque no de forma periódica sino esporádica y abierta a todo el mundo. Esta apertura se acabó en 2003, cuando en una reunión de tribus lakota y cheyenne se decidió restringirla
sólo para los nativos.